“… En consecuencia rechaza cosas difíciles por impaciencia en la investigación; silencia cosas, porque reducen las esperanzas…”
Entre tantas cosas a las que tememos como humanidad, está el implacable final de nuestra existencia. Pareciera poco alentador que tarde o temprano se extingue nuestra esencia individual, tradicionalmente éste hecho restaría sentido a nuestro existir y en consecuencia muchas culturas creen en otro estado del alma al acabar la vida, pero ¿es esto sólo una falsa esperanza?
Las religiones en gran parte se forman de “fantasías pueriles” como Sagan las llama, por que dan consuelo a esas incógnitas universales, sin embargo pareciera que esa desconección con el análisis ha entrenado por siglos a las sociedades. A pesar de las pruebas, o la falta de ellas, gran parte de la gente prefiere dar por hecho las explicaciones fáciles, por incongruentes que sean. Explicarse los fenómenos del mundo con simple magia o fuerzas sobre naturales, le quita encanto a la tremenda “maquinaria de la naturaleza” de la que cada día se conoce más por medio de la ciencia.
Los vacíos emocionales ante los que nos encontramos en determinadas ocasiones dejan la puerta abierta para ser llenados por promesas falsas. Esto ocurre no sólo frente a la incógnita de ¿a dónde vamos después de la muerte?, sino en preguntas menos filosóficas que son influencia de la sociedades en medio de la globalización.
Basta con encender la T.V. para darnos cuenta que existen infinidad de discursos que prometen la panacea del siglo XXI. Astrólogos, lectura de cartas o bola de cristal e incluso religiones “venden” la idea de una solución a nuestros males. Estos parecen casos exagerados, sin embargo el desfile de falsas esperanzas no cesa, ¿cuántos mágicos productos no nos ofrecen el elixir de la vida? Carl Sagan da cuenta de lo que hace unas décadas ocurría en la televisión americana, junto a lo que hoy vemos en nuestra televisión, eran casos minúsculos. Hoy en día los engaños que queremos creer rebasan las verdades por mucho. Todo lo resume el “No piense. Compre.” del texto de Sagan.
Es incomprensible que aún en nuestro tiempo, los dirigentes de países como México consulten pseudociencias para tomar decisiones, es el ejemplo más aterrador de la frase con la que inicia Sagan citando a Francis Bacon y con la que abro éste ensayo. Tomar la vía corta, silenciar evidencias, es mantenernos en falsa esperanza.
El pensamiento escéptico al que nos invita Sagan, no promete mantenernos en la tranquilidad aparente, por el contrario, “es mejor la verdad por dura que sea que una fantasía consoladora”, argumenta. Es difícil mantenerse neutral ante la constante ola de mensajes que nos recuerda las necesidades creadas, las inseguridades y los estereotipos de la sociedad. Sin embargo conocer lo que a base de un pensamiento crítico se ha logrado, nos puede dar el suficiente consuelo para optar por la vía del análisis. Tal es el caso de los alcances de la medicina, que gracias a un pensamiento científico ha logrado salvar vidas, crecer la expectativa de vida y mejorar la calidad de vida de la población. Se ha logrado mucho más significativamente a raíz de la comprobación que aquellas cosas por arte de magia.
En tanto a la investigación que estamos por comenzar, detectar los engaños en lo que nos rodea nos mantiene asertivos. No forzarnos a creer algo por complacencia nos abre las perspectivas. En éste orden me pongo del lado del diseñador, es importante comprometernos a través de nuestro ejerció a no ofrecer un elixir no encontrado.
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