Breña Sánchez, Matilde
Mayo 27, 2010
En este tercer capítulo dedicado a la acción de innovar, el autor, se avoca a explicar y ejemplificar ¡el secreto! de la innovación. La posibilidad de crear algo que, no sólo sea innovador en cuanto diferente, sino que además sea útil y adecuado en tanto considera a su usuario, uso y contexto, radica en la habilidad de observación y la capacidad de sustraer de la información obtenida los puntos clave que pueden determinar la oportunidad de la forma. Esta capacidad, a su vez, dependerá de lo profunda y aventurera que sea la reflexión a la que conlleve la observación.
Tom Kelly insiste en que esta observación será significativa y apegada a la vivencia en la medida que no se ejercite como un tercero, como aquel experto que puede resolver desde la distancia gracias a su amplio conocimiento y experiencia en la conformación. La única forma en que esta información sea certera es cuando ha sido originada por la propia experiencia, cuando el “experto” ha realizado un ejercicio de empatía y se ha ubicado en la circunstancia del otro. Este es un ejercicio que implica, además del análisis de las formas en relación a sus usuarios, las motivaciones y emociones de los mismos.
En el caso de los diseñadores es relevante que este análisis no sea desde una sola perspectiva, debe procurar estudiar el caso desde distintos puntos de vista y necesidades, de ahí la importancia del trabajo interdisciplinario sincrónico en procesos de reflexión conjunta.
A lo largo del capítulo se describen toda una variedad de ejemplos de artículos que se utilizan y han utilizado de manera regular, los cuales presentan una serie de deficiencias formales ya sea por ignorar los factores ergonómicos y/o antropológicos. Muchos de ellos son objetos que han estado presentes en la vida cotidiana desde generaciones, otros son resultado de los avances tecnológicos de las últimas dos décadas, como son los digitales y cibernéticos.
En la misma medida en que avanzó el siglo XX estos avances tecnológicos y las propuestas de artículos, objetos y opciones fue cada vez más rápida y constante, esto propicio que para finales del siglo, antes de que un objeto dejara de ser obsoleto se encontraba ya otro “mejor” que lo sustituyera. Con esta dinámica del mercado tan vertiginosa, ¿cómo pueden el diseñador y los analistas tener el tiempo para observar, experimentar, reflexionar, sintetizar, proyectar y producir un objeto adecuado, oportuno e innovador?
O será que esa dinámica, que fue acelerándose de manera paulatina, fue excluyendo ciertos principios rectores, como eso de lo adecuado y oportuno, para ponderar el factor de la innovación, lo que a su vez propició la exclusión de algunas de las etapas creativas.
La innovación es sin duda un factor muy valorado para la disciplina del diseño. El concepto general en la sociedad de lo que hace un diseñador es el de aquel profesionista que propone composiciones intrépidas de formas y colores diferentes. El diseñador en cambio, muy probablemente considere lo anterior importante pero sabe que es igualmente relevante el tomar en cuenta siempre los factores antropológicos. De ser así, ¿el concepto de innovación es distinto para el común de la gente de lo que lo es para el diseñador?
O simplemente dada la velocidad actual del mercado el diseñador ha tenido que dirigir sus esfuerzos a cubrir el requisito de la innovación, descartando lo otros, para así cumplir con las demandas del comercio y la industria.
Conforme se presentan las distintas etapas del proceso creativo en la lectura, se explican las distintas técnicas a las que se pueden recurrir para lograr un objeto innovador, sin embargo, el texto da por hecho que este concepto, por sí mismo, implica los factores antropológicos.
jueves, 27 de mayo de 2010
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