jueves, 8 de abril de 2010

GONZÁLEZ BÁRCENAS JAIME
8 de abril del 2010
El mundo y sus demonios, Capitulo 12 Carl Sagan
Lectura 5

La credulidad mata.
Camelo, curiosa palabra que leo, y escucho, por primera vez. ¿Seré yo una excepción? ¿Es esto español latinoamericano o europeo? Transcribo para mí del diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe, “Camelo”:
1. m. Simulación, fingimiento, engaño que intenta parecer verdadero: la publicidad intenta que parezca un método efectivo, pero se nota que es un camelo.
2. Noticia falsa: esa supuesta boda suena a camelo.
Mentira mental. Miles de personas se convencen de presenciar un milagro y aún cuando no pueden atestiguarlo, lo explican por su incapacidad de “ver”, derivada de su falta de méritos que no los hace suficientemente dignos de tan extraordinaria revelación. Recuérdese el caso presentado en la película de F. Fellini “8 ½” (¿o la Dolce Vita?) donde la virgen en sus apariciones solo es visible para unos niños –niño, se traduce como: puro e inocente- sin importar que una multitud que los rodea, incluidos espectadores como nosotros, permanezcan ciegos, y no vean otra cosa que la creación de un caótico circo…
Problema es que la sociedad pierda su capacidad de pensar críticamente. Muchos prefieren que no se pregunte. Las tabacaleras seguramente dicen “ no piense, compre” (yo-no-fumo)
¿Cómo evitar estos engaños, estas simulaciones que intentan parecer verdaderas? Sagan recuerda que el antídoto para los camelos es el pensamiento escéptico: “El medio de construir y comprender un pensamiento razonado y (especialmente importante) reconocer un argumento falaz o fraudulento”. (p.232)
Y comparte generoso, una serie de ideas y de falacias retoricas y lógicas que, junto con el buen juicio, pueden ayudar a mantener este saludable pensamiento escéptico.
Yo, persona quiero creer, pero escéptico dudo.
Y es que aunque deseable, puede no ser tan sencillo. En un mundo complejo, con un sistema mente que busca regularidades y con un conocimiento parcial de la realidad, siempre quedan resquicios-preferencias-fisuras pequeñas o grandes que son puerta de entrada para la interpretación y, en su derivación mágica, la superstición y el ensalmo[1].
Recuerdo, con la borrosa imprecisión que la distancia de años suele des-dibujar, un artículo con título “Emocionalidad cerebral”, en una revista de divulgación científica del Conacyt, donde se mostraba que al exponer a diversos investigadores a un mismo conjunto de evidencia, estos podían llegar a conclusiones diferentes!? ¿Por qué? Se explicaba: todos parecen atender de forma selectiva solo a una parte de las evidencias, consciente o inconscientemente.
Ya antes cité al Dr. Edward de Bono, para afirmar que el complejo “mente”, sorprendente y altamente eficaz, busca primero generar rutinas. Afirma, que es más eficiente en el manejo de la información ya al interior del sistema, y que la mayor cantidad de problemas asociados con el mal pensar, aparecen por una percepción defectuosa. Trato de explicarlo, si aceptamos que la mente es un sistema que genera patrones o modelos y que es altamente eficiente para usarlos, ante un estímulo similar, no igual o idéntico, solo similar produce idéntica respuesta, es decir de vez en vez ya no vemos lo que tenemos enfrente (cielos pelirrojos, no azules), más bien vemos aquello que queremos ver: regularidades (muy útiles, pero…) ecos de nuestras experiencias pasadas en este laberinto que llamamos vida, como una multitud de espejos que ofrecen reflejos de las cosas, que no son las cosas, multiplicándolas al infinito.
¿Alguna vez vieron un letrero que, usando la característica tipografía de Coca-Cola, decía Coma-Caca? ¿Tardaron en reconocer la diferencia?
Es pertinente el señalamiento, es importante la advertencia. La dificultad persiste.
Estímulos diferentes, producen la misma reacción. Una razón más para insistir en el pensamiento escéptico: dudar de nuestras percepciones, de nuestras conjeturas. Y cómo no recordar (nítidamente) que dicen que dijo… “yo solo se que no se nada”.
[1] Como camelo esta es otra palabra poco usual que se ofrece como sinónimo de superstición y ligada a la brujería y la nigromancia. No resistí la tentación.

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