El mundo que nos rodea provee de numerosos estímulos –naturales o creados por el hombre- que despiertan nuestra curiosidad y alimentan nuestra imaginación. La única regla para que dicha relación sea realmente efectiva, es simplemente carecer de ellas, es decir, mantener nuestra mente limpia, libre de prejuicios y supuestos que limitan nuestra capacidad de asombro. Para muchos –incluidos los ejemplos de la lectura, el cenit se encuentra en la niñez, ya que es durante esta somos capaces de crear nuestra propia realidad, los objetos no son elementos estáticos sino completamente participativos de nuestro universo.
El momento “mágico” es ese primer encuentro con los objetos, instante a partir del cual se entabla una relación personal que supera por mucho la mera utilidad o finalidad lúdica, instante que causó admiración, sorpresa y lo más importante: suscitó preguntas ¿Cómo? ¿Por qué? ¿De donde?. Para algunos supuso sumergirse en el mundo de los libros para encontrar ahí respuestas; para otros fue ir directamente a las entrañas del objeto, conocerlo desde su interior… desarmarlo, matarlo, darle nueva vida; llegando a convertirse en un ciclo de infinitas repeticiones, donde cada nueva solución no llevaba mas que a nuevos cuestionamientos ¿Qué pasaría si…?
La investigación sigue un proceso bastante similar: requiere, para empezar, un momento especial con un objeto, una situación en la vida real o bien en realidades alternas. Esto conlleva a involucrarnos llegar más allá de una explicación superficial, de esta forma nuestro objeto de estudio deja de ser una realidad inalterable. Podremos ver la lógica de su existencia, y si no somos capaces de ello en primera instancia, buscaremos los medios para lograrlo, hasta comprender en su totalidad aquello que nos causa fascinación. Finalmente, llegamos a conocer su pasado, explicamos su presente y podemos aventurarnos a predecir su comportamiento en el futuro.
Las experiencias vividas en la niñez son un ladrillo más en la construcción de la personalidad, y la manera particular de ver el mundo, nos dan las herramientas para solucionar problemas y en la medida de lo posible para resolvernos la vida. Hubo algo que me pareció bastante peculiar en la lectura, fue la diferenciación que alguien hizo los conceptos de jugar y crear, el primero tiene una función importante: estimular la imaginación; la otra por su parte, desarrolla habilidades cognoscitivas mucho más complejas: ayuda a ver más allá de los límites aparentes, a proyectar y adelantar posibles problemas y obstáculos así como sus posibles soluciones; la capacidad de análisis y síntesis desarrollada, facilita el manejo de datos complejos reduciéndolos a sus elementos más simples, deduciendo funcionamiento y relaciones entre si.
Es preciso entonces comprender la importancia que pueden llegar a tener los objetos como formadores y propiciadores de experiencias. Ser conscientes de su presencia, no solo como usuarios, sino también como creadores, nos lleva a perspectivas de impacto diferentes. El diseñador industrial tiene una gran responsabilidad en la generación de productos, pues estos deben abandonar la idea de finalidad única, para convertirse en objetos que apunten al desarrollo creativo de quien los emplea. Solo de esta manera se estará aportando al proceso de evolución del ser humano. (2817 caracteres)
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