GONZÁLEZ BÁRCENAS JAIME
17 de marzo del 2010
La educación. Por Inkram Antaki
Maestro: aquel que enseña a equivocarse menos en el mundo.
Dice la autora: la degradación en la educación en México, hace necesaria la reflexión, y
enseguida pasa a describir un panorama negro: se ha perdido la vocación. En el basto
panorama del sistema educativo en el país esta afirmación me parece más cierta en los
niveles básicos que en los superiores.
Este estado de descomposición refleja no solo la ineludible responsabilidad de los maestros
mismos, sino, lo que me parece más grave, el desprecio y el descuido de la clase política
que escatima presupuestos a la educación y exhibe cínicamente sus actos de corrupción
(¿quiénes habrán sido sus maestros? ¡muchos de ellos estudiaron en el exterior!), lo que ha
convertido a la actividad de maestro en una profesión de segunda clase. Es obvio que los
dirigentes se encuentran preocupados más por construir grupos dóciles fáciles de ser
manipulados por líderes de sindicatos corporativos al servicio de las causas en turno.
“No lo se de cierto”, diría el entrañable Maestro Jaime-tocayo Sabines, pero las opiniones
de Inkram Antaki retratan mejor los niveles básicos, donde los maestros, curiosamente no
tienen grado de “maestro”, en el que nosotros estamos trabajando.
En las universidades es diferente, yo vivo en una, y “…lo se de cierto”. Allí los profesores
están mejor capacitados y los salarios pueden ser más decorosos en concordancia con el
grado académico y la experiencia, gracias a el desarrollo e implantación de mecanismos
institucionales con que se viene construyendo la llamada “carrera académica”. Con ella se
alienta la superación de los docentes, se crea una dinámica de capacitación permanente, se
les asignan funciones de investigación y se premia en efectivo a aquellos que, según sugiere
Inkram Antaki, “hacen más”.
En las universidades y particularmente en las públicas, que se han vuelto proveedoras de
personal para las instituciones privadas, existe una conciencia mayor y mayor capacidad
discursiva.
Por otro lado, el profesor no debe imponer una autoridad que no posea, es decir una “falsa
autoridad” justificada bajo el concepto general de disciplina. Creo que es mejor ser capaz
de ganársela. La autoridad verdadera es connatural al “mejor saber”. La disciplina no debe
ser una herramienta de represión, ejemplos son aquellas agresiones físicas con gíses y
borradores “voladores” del que todos hemos tenido noticias. Que bueno que estén
quedando en el pasado. Con golpes se intentaba disciplinar –domar diría yo- y nunca fue
pertinente, menos si se pretende desarrollar la seguridad personal que afecta capacidades
básicas como la creatividad y la iniciativa. Esta violencia deriva en defectos de carácter en
los adultos, algo que podía abonar a la explicación que guarda actualmente la educación y
el país en general, y que preocupa a Inkram Antaki.
Yo veo con agrado un trato más cordial, respetuosos, no fraudulento; un acompañar y
facilitar; un mostrar con la mejor herramienta para convencer y enseñar: el ejemplo.
Como es fácil adivinar, solo estoy parcialmente de acuerdo con la destacada escritora
mexicana.
jueves, 18 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario