GAYTÁN LÓPEZ LETICIA
18 de Marzo de 2010
La ciencia, un el elemento constante en nuestra existencia
Un conocido refrán judío habla de que el propósito principal de una vela no es solamente brindar luz, sino que su verdadero propósito es que con esa llama muchas velas más sean encendidas, de esta manera brindará luz a un número mayor de personas. Pienso que de esta manera debe ser el quehacer científico. Los conocimientos que solo son guardados para una misma persona carecen de su principal valor: el trasmitirse. Transmitiéndose permitirán la resolución de cuestiones o tan solo brindaran nuevas perspectivas a la vida de cualquier individuo. Partiendo de lo anterior, al compartir los conocimientos, nos encontramos con un nuevo dilema, el someternos al escrutinio del interlocutor. Esto no debe ser motivo de preocupación para el científico, ya que como menciona Carl Sagan, con el ejemplo de la rabieta que tuvo cuando niño, a veces podemos asombrarnos de lo que nuestro impulsos acarrean a nuestras vidas, en la ciencia como en la vida; pienso que siempre o casi siempre es mejor arriesgarse o como se dice coloquialmente “tomar el toro por los cuernos” y dejar de lado inseguridades, temores o complacencias para los demás. Podría ser que haciendo caso a nuestros impulsos o “corazonadas” tal vez a largo plazo, esos mismos impulsos, lleguen a ser conductores de mejores o más valiosos resultados; y si no llegara a ser el caso por lo menos habrá la sensación de satisfacción de ser uno mismo para con los demás. Lo que sentimos o imaginamos algunas veces puede ser llevado a la materialidad, algunas otras no es posible, pero de igual manera, dichos pensamientos, no deben de ser del todo desechados ya que los impulsos también pueden ser ejes conductores o “empujoncitos” para alcanzar metas propias. Esto nuevamente, a mi opinión, no solamente sucede en la vida sino también en la labor científica. Muchas veces los estudiantes no encontramos la inspiración que necesitamos precisamente de las personas que debieran proporcionárnosla (profesores, académicos, investigadores, etc.), pero eso no debe ser motivo de desanimo o desaliento por el contrario nuevamente debe de motivarnos a buscar, incluso en ámbitos insospechados, a primera vista para encontrar la inspiración que buscamos. Muchas veces la familia o los amigos que por lo regular nada tienen que ver con la labor científica, (enfrentémoslo los científicos en México son escasos) son los que ocupan ese rol. En la vida suele pasar lo mismo puedes encontrar inspiración de las cosas o de las personas menos esperadas. Por lo cual estoy de acuerdo con Carl Sagan cuando comenta que su mayor motor fueron sus padres, que poco o nada tenían que ver con el quehacer científico y digo poco o nada, porque estoy convencida de que la ciencia nos rodea en todo lo que vivimos, inclusive puede que hasta en nuestras emociones que algunas de ellas pueden verse reflejadas en cambios químicos dentro de nuestro cerebro. La vida y la ciencia elementos complementarios en nuestra vida.
Nota: Me gusto que C. Sagan mencionara a Malinowski.
jueves, 18 de marzo de 2010
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