

Las cimbras de Santa Mónica
HINOJOSA LÓPEZ JAVIER
La memoria, es un ejercicio de recuperación y alimentación tal como lo plantea Carl Sagan, ésta nos da pistas de donde venimos y de los afectos que nos conforman. Durante la infancia acontecen, si uno es afortunado de recordarlo, los afectos mas profundos que nos definirán en un futuro guiándonos en el momento de tomar decisiones referentes a nuestra voluntad y deseo, referentes al camino que queremos y debemos seguir. Las impresiones de infancia son pistas o claves efímeras, como migajas de pan en el bosque, sirven como trazo solo por instantes, es necesario permanecer atentos a esa guía, es necesario el ejercicio de la memoria y no perder de vista el objetivo, es necesario un sistema de seguimiento un rigor y una disciplina, Sagan se asombra de sus suerte (haber estudiado y conocido a determinadas personas durante su vida profesional) pero mas aún, se asombra de su memoria y de la fortuna de haber contado con adultos y sistemas educativos que la cuidaran. Al leer sus descripciones vocacionales motivadas por sus recuerdos, me vino a la mente un pequeño correo que mande como respuesta a un amigo hace una par de semanas acerca de un recuerdo infantil referente al arquitecto Félix Candela, a partir de este escribí esta pequeña anécdota.
Desde que lo descubrí hace quince años cuando estudiaba arquitectura, he admirado la obra de Félix Candela. Aunque, siendo estrictos, dicho descubrimiento ocurrió tiempo atrás, cuando de niño solía acompañar a mi vecino Francisco "el Gordo", cuya familia era muy católica, a tomar misa en la iglesia de Santa Mónica en la colonia del Valle de la ciudad de México; El templo construido por Candela era un espacio reconfortante de formas curvas, iluminado con una potente y a la vez discreta luz natural, una sola columna en el centro sostenía la estructura entera donde colgaba -aun cuelga- en las alturas una enorme cruz de madera. Con una atención similar a la que los feligreses mostraban hacia el altar y ante lo inmensamente aburridas que eran las misas, me inventaba un juego visual perdiéndome en los registros e imperfecciones que había dejado la cimbra en el concreto a lo largo y ancho de la estructura. Percibía, sin entender aún como el fenómeno ocurría, las vetas de la madera y la sucesiva formación de tablas en dichos registros, el techo de la iglesia me parecía un piso de duela sin color, sometido a un extraño y retorcido capricho de la gravedad.
Mas adelante, después de haber abandonado la escuela de arquitectura, mi fascinación por las cimbras de madera siguió creciendo, constantemente me encontraba reconstruyendo estos moldes, tratando de imaginar ese estado atemporal en donde líneas de madera encarnan trazos pasados y futuros vectores invisibles, fantasmas del espacio vacío. La cimbra me provocaba una sensación similar a la que me producían ciertas ideas de Borges acerca del tiempo. La idea del la superposición de acontecimientos, el irrevocable destino, el rígido ayer.
Las marcas en el concreto, justo como lo hacen los fósiles que ruedan por los mares de antaño -hoy desiertos- remiten a un estado primitivo de la forma, a un origen, a una matriz. Implica un esfuerzo imaginar un océano, lleno de trilobites y todo tipo de caracoles en el desierto. Imaginar las cimbras de una estructura de concreto es un ejercicio similar, la memoria y nuestros afectos de infancia quizá sigan el mismo camino. Hace unos días aparecieron en mi correo un par de fotos de las cimbras de los paraboloides hiperbólicos de Candela aun en construcción y de golpe recordé la iglesia, mi vecino, su madre devota, los murmullos apenas entendibles de los feligreses, los trapos en la cabeza de las mujeres, la aletargada misa y el maravilloso espacio donde acontecía. Hoy, de un modo similar a la certeza que Carl Sagan muestra en su pequeña introducción acerca de los afectos proporcionados por sus padres, se que aquel ejercicio lúdico marcó mi vida profesional abriendo o moldeando intereses que aun me mantienen ocupado. A pesar de ser una influencia meramente tangencial Mi madre en casa al no tener que ir ella misma a las misas, que le provocaban una sensación similar a la que sufría yo, estaba tranquila al saber que al menos alguna referencia de esas “buenas costumbres” quedaría en mi.
El ensayo es interesante, hablas mucho de ti y tu experiencia, pero que hay sobre el texto que leímos, ¿Por qué no haces una ligera mención?
ResponderEliminarEs decir, una mención al principio del texto, una mención ligeramente más amplia de la que menciónas al final del texto. Vale?
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