VALENCIA SOSA, VÍCTOR
Marzo 18, 2010
En el prefacio del libro, Sagan narra algunas experiencias que lo llevaron a considerar quienes fueron los mejores profesores que tuvo en su preparación como científico. Al inicio narra una experiencia familiar que invita a pensar sobre la imaginación y en seguida recuerda a maestros que lo involucraron en su campo de estudio como profesional. Ante esto podemos preguntarnos, ¿son las experiencias vividas en la infancia las que nos marcan nuestro camino de estudio?, ¿cómo es que nos convertimos en investigadores de nuestro entorno y de dónde el afán por querer saberlo todo?
En un acto tan cotidiano cuando niño, como esperar a que su padre llegara a casa y reflexionar sobre una afirmación de su madre al ver desde la ventana y pensar que hay gente a lo lejos, que no se alcanza a apreciar desde ese punto de la casa, pero que de alguna manera podemos imaginar que hay gente ahí, encontramos un primer análisis que debe tener un investigador, la observación.
Simplemente con observar ese incidente nos lleva a imaginar posibles explicaciones a lo que estaría pasando en un lugar al que solo apreciamos desde lejos, como con una mirada inicial, como cuando descubrimos un problema y no alcanzamos a ver cómo está realmente constituido. Este incidente lo relaciono con el trabajo de un investigador en su afán curioso por explicar lo que sucede en la naturaleza, en su discurso constante por encontrar la verdad.
Sagan siendo niño cuenta que sus padres lo llevaron a la Feria Mundial de Nueva York en 1939, si bien quedó impactado por la visión del futuro que se tenía entonces, como encontrar aparatos donde se podía escuchar la luz o ver el sonido, lo trascendental fue cómo se identificó con esos nuevos fenómenos al tratar de explicarse los hechos con dos modos de pensamiento que describe como el escepticismo y el asombro.
De forma casi natural al investigar un fenómeno recurrimos a estos dos pensamientos que están presentes, por un lado lo que capta nuestra atención y nos llena de asombro al no tener una explicación clara de lo que vemos y nos mostramos abiertos a escuchar todo tipo de razones, mientras que por otro lado recurrimos al pensamiento escéptico cuando exigimos estrictos niveles de prueba para comprobar el fenómeno.
Sin darnos cuenta practicamos este tipo de pensamientos en nuestras actividades cotidianas y es lo que motivó a Sagan desde niño a explicarse su mundo y a definir su rumbo como investigador científico. De alguna manera cada uno de nosotros como profesionales, en algún momento de nuestra vida decidimos involucrarnos en el mundo de cierta área de nuestro interés. Por diversas circunstancias y sin duda no solo desde la infancia sino que en todo momento encontramos relaciones y experiencias que van enriqueciendo nuestro pensamiento y su vez nuestro camino como investigadores.
jueves, 18 de marzo de 2010
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