miércoles, 5 de mayo de 2010

El arte de hacer investigación. Christiane Dosne Pasqualini

Breña Sánchez, Matilde
Mayo 5, 2010

El artículo a analizar en esta ocasión, aunque motivador, me parece que es la descripción de una experiencia muy personal con breves conclusiones sobre lo que implica dedicarse a la investigación, de ahí que mi planteamiento también sea en términos personales.
Antes de abordar las conclusiones, me detengo en dos términos que llaman mi atención. El primero es “arte” -de hecho el título de la lectura me alienta más que el mismo contenido-. Este término, relacionado con la actividad de investigar, alude tanto a la virtud, disposición y habilidad para hacer algo, como al conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo. El segundo término es “vocación” -al que paso directamente por la estrecha relación que tiene con el primero-, coloquialmente éste significa la inclinación a cualquier estado, profesión o carrera, mientras que en la antigüedad se entendía como convocación o llamamiento.
Dentro del marco de lo que es el mundo de la investigación, ya sea ésta en el campo de las ciencias exactas o de las humanidades, es una actividad que no se puede ejercer de no presentarse ambas cualidades. Tanto la del arte de saber hacer algo, como la de seguir las reglas y los tiempos para hacerlo, como la vocación, es decir, el espíritu y el amor para adentrarse a áreas de conocimiento que igual nos brindaran regocijo como sinsabores, atendiendo y resolviendo bajo las limitaciones que las circunstancias nos presenten. Insisto en el “no se puede” por que, de no existir ambas cualidades, no se presentarán las vías que lleven a buen término los proyectos de investigación.
De las conclusiones me atrae especialmente aquella que aconseja el darse el tiempo para reflexionar, y más aun cuando se liga con la siguiente: el no dejarse abrumar con todo lo que proporciona la informática, es decir, con toda la información a la que uno puede tener acceso sobre un tema por las diferentes fuentes informativas. Ambas nos hablan de un ciclo completo que se ha de repetir continuamente a lo largo del proceso, esto es, la acción que se traduce en buscar, indagar, experimentar, cuestionar, probar, colaborar, leer y sumar, alternada con la pasividad –y silencio- que se requiere para analizar, argumentar, sopesar, decidir, replantear y entonces, al cabo de la constante repetición de esta secuencia, podamos ¡resolver, comprender y publicar! De ahí que encuentre de igual relevancia el siguiente consejo: “asegurar la continuidad del trabajo hasta su publicación” pues, como Virginia Wolf afirmó –palabras más, palabras menos-, “sólo trasciende aquello que se escribe”.

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