miércoles, 28 de abril de 2010

¿Ciencias y humanidades? Mundos separados. Leticia Trejo

Breña Sánchez, Matilde
Abril 29, 2010
Técnicas de investigación

Más allá de la biografía del investigador Charles Percy Snow a través la cual Leticia Trejo ilustra claramente la gran brecha que existe entre el conocimiento científico (ciencias exactas) y el humanístico, hay planteamientos en la lectura en torno a este conflicto por demás interesantes. Al cabo de su experiencia Charles Percy, que a los 27 años, siendo un exitoso físico tuvo que retractarse de los resultados de una de sus investigaciones, comenzó también, a dedicar tiempo de estudio (además de su práctica científica que no abandonó) a la literatura, arte que siempre le había cautivado. Este interés paralelo por dos disciplinas tan dispares le dio una visión más integral y profunda, tanto de y para sus propias investigaciones, como de la naturaleza del ser humano. Sin embargo, vivió su desempeño en cada una de ellas como si se tratara de dos mundos separados por demás ajenos e incompatibles, de ahí que en 1959, a la edad de 55 años expusiera, en una importante conferencia, sus ideas en relación a esta escisión. En ella su tesis fue que la ruptura de la comunicación entre las ciencias y las humanidades –además de empobrecer a ambos grupos- es uno de los principales obstáculos para resolver muchos problemas del mundo, de ahí que nominara a este conflicto “las dos culturas”, pues en definitiva así es como él lo había vivido y experimentado.
En relación a este encuentro de opuestos cabe plantear que en la actualidad hay amplios estudios e investigaciones que pretenden no sólo explicarlo sino también vincular estas dos áreas de conocimiento y propiciar su intercomunicación; sin embargo, estos estudios son realizados –lógicamente- a partir de las humanidades, por ser éstas las que se ocupan del estudio del hombre, cuando las mismas no han dejado de ser desdeñadas por las ciencias exactas.
Lluís Duch, reconocido historiador de la cultura occidental, afirma que es común la creencia de que solamente la ciencia usa adecuadamente la razón, lo cual da por descontado que todas las otras formas de acceso a la realidad no son sino formas de irracionalidad. A partir de la Ilustración se ha buscado la comprensión del cosmos a través de métodos meramente racionalistas, lo que ha generado explicaciones esencialmente materialistas. Una de las características de esta racionalidad es su objetividad, la que se considera inmanente de la realidad, no limitada a la esfera del ser humano sino que alcanza, al mismo tiempo, la realidad social, las relaciones de todas las clases, las leyes de la naturaleza, etc. De ahí que algunas corrientes cientistas mantengan la pretensión de eliminar todos aquellos elementos “subjetivos” (gustos, sentimientos, deseos, talantes, imágenes, disposiciones éticas, etc.) que no sean susceptibles a ser verificados, pues consideran que sólo es verdadero aquello que es verificable –sin embargo no han logrado excluir estos elementos de la misma práctica científica-.
En contraposición a la objetividad se halla la razón subjetiva que elabora y sopesa, por medio de los elementos mencionados, los resultados y datos obtenidos a través de la razón objetiva, de ahí que Lluís, a partir del pensamiento de Kant, definiera: “la razón subjetiva, como la capacidad más preciada del ser humano, ni elimina la razón objetiva ni se opone a ella, sino que tiene como finalidad propia la construcción del conocimiento en el individuo concreto. Se trata de una praxis emancipadora”. Vistos desde esta perspectiva estos dos aspectos del ser humano, es comprensible la tesis de Charles Percy. Ahora que el mundo académico está tomando conciencia de ello, cabe entonces preguntarse ¿cómo formar a las nuevas generaciones de manera que la aproximación a la realidad sea por medio de la confluencia de estas dos capacidades inherentes del ser humano?
En 1987 C. Geertz en su libro La interpretación de las culturas plantea “el hombre no puede ser definido solamente a partir de sus actitudes innatas, como pretendía la Ilustración, ni solamente a partir de sus modos de conducta efectivos como, mayoritariamente, lo quieren hacer la ciencias sociales contemporáneas, sino que ha de definirse mediante el vínculo entre estas dos esferas: por la forma como la primera se transforma en la segunda, por la forma como las potencialidades genéricas del hombre se concentran en sus acciones específicas”.

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